Muere la última palmera.
La segunda palmera se nos acaba
de morir. Sólo nos queda, igual que la primera, su tronco cortado y sus raíces secas
que a modo de armazón sostienen por debajo de tierra nuestro Centro. Poco a
poco se ha ido marchitando al mismo tiempo que despidiendo, fruto de la enfermedad
de la plaga exótica y perforadora del picudo rojo; y así ha ido perdiendo lentamente
su esbeltez indiscutible, su verdor natural y su altura soberana.
Dos fuertes y altas palmeras hermoseaban
nuestro patio central. Las dos han sido testigos de muchas promociones de
alumnos y alumnas que han forjado aquí su futuro. Las dos han estado impasibles
en el tiempo, al igual como vinieron en silencio así también se han marchado. Cuántas
fotos en el recuerdo las hacen aún revivir, pero es sólo eso en la memoria.
Igual ocurrirá con nosotros los que hoy estamos en sus aulas, en sus pasillos y en sus patios,
nos iremos y llegarán otros que sigan el gran proyecto de la educación. Porque
eso es lo que queda: el esfuerzo de
todos los que han formado y formamos esta
comunidad educativa y entre todos vamos aportando a lo que también serán las
futuras generaciones. Nosotros somos porque antes han sido otros que hicieron
realidad este proyecto. Igual que nuestras
dos hermosas y verdes palmeras que aunque no estén físicamente si están y seguirán estando en la vida de nuestro
centro.
Juan Manuel Rodríguez
Juan Manuel Rodríguez
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